La historia del Camino de Santiago nos remonta a miles de años atrás en que los celtas recorrían grandes distancias, atravesando Los Pirineos, para llegar hasta «Finis Terrae», donde encontraban la paz de su espíritu.
Con la llegada del cristianismo y la noticia del descubrimiento en Galicia de la tumba del Apóstol Santiago, el viejo Camino se llenó de fieles peregrinos que se dirigían hacia la ciudad de Santiago, sirviéndose, entre otros medios, de los pasos naturales que ofrecía el Pirineo. Uno de estos pasos, el CAMINO FRANCÉS, utilizaba los puertos de El Palo y Somport.
Este último, considerado como el tradicional, por ser el más conocido y mejor conservado, comienza a descender el valle desde la frontera con Francia, alcanzando enseguida las ruinas de uno de los tres hospitales más importantes del camino: Santa Cristina de Somport. Prosigue el trayecto hasta Canfranc Estación, pasando al pie del fuerte de Coll de Ladrones y continua hasta Canfranc, donde se encuentra el Puente Románico de Peregrinos sobre el río Aragón, en buen estado de conservación.
Coincidiendo con el ensanchamiento del valle, el peregrino alcanza Villanúa, en cuya Iglesia parroquial se encuentra Nuestra Señora de los Ángeles, magnífica talla románica del siglo X y que representa la Virgen con el niño y la aldea de Aruej, con su pequeña Iglesia Románica del siglo XI .
Antes de llegar a Castiello de Jaca, los fieles tienen la posibilidad de desviarse por Aratorés, localidad que cuenta con la preciosa Iglesia de San Juan Bautista, del siglo XII, para acercarse a Borau, donde un poco más al Norte se encuentra la Iglesia de San Adrián de Sasabe, del siglo XI.
En Castiello, nos encontramos con las «Reliquias», asociadas a leyendas medievales de peregrinos y su Iglesia de San Miguel (s. XII) y en el Valle del la Garcipollera se alza la Iglesia románica de Santa María de Iguácel (s. XI).
Las principales joyas románicas del valle las alcanza el camino a su paso por Jaca, con su Catedral de San Pedro, cuya decoración exterior dio lugar al «ajedrezado jaqués», y una vez rebasada esta ciudad, en dirección a Puente la Reina, un desvío lo dirige hacia Santa Cruz de la Serós, localidad que cuenta con dos Iglesias: la de Santa María, antiguo convento benedictino y la de San Caprasio. El peregrino accede finalmente hasta el Monasterio de San Juan de la Peña, cuna del Reino de Aragón y verdadera culminación del arte románico altoaragonés.